Fanny Cavanzo

Cuando tenía dieciocho años la mezcla de miedo y falta de amor propio, a una edad en la que no se tienen demasiados recursos emocionales, se convierten en una una bomba de relojería… Y con este tic-tac constante llegué a la universidad, que me llevó a estupendos lugares de pensamiento y reflexión, pero también me avocó a una locura de adolescencia, que en aquel momento entendí como un grito de libertad, debido a mis carencias. Confundí emociones, y con ello la libertad con la rebeldía.

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El amor me visita a los dieciocho años y todo cambia de sentido cuando me convierto en madre con diecinueve. El miedo aparece incontrolado, la falta de autoestima se intenta ocultar con la rebeldía y comienza una etapa perfecta para iniciar fracasos, que por otra parte he aprovechado siempre para aprender. Me enfrento a abandonos, exigencias desmesuradas, faltas de respeto que me hieren… en esta tormenta emocional pierdo el rumbo de mi vida y también parte de mi identidad.

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Una maravillosa familia me acoge al llegar a España, a mí y a mi miedo... Recibo su ayuda que calma y atempera mi sensación continua de abandono.

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Un día, de improviso, vino a mi mente una frase, que había escuchado con frecuencia en mi numerosa familia: “Sonríe siempre”. Entonces comencé a llevarla a cabo e inicié un camino donde mi miedo ya no me paralizaba y ahora se convertía en acción, y mis fracasos anteriores me hacían evitar, en gran medida, volver a tropezar. Había entendido que la única forma de aprender es equivocándose. Conseguí llevar a cabo mis ideas y esperanzas haciendo realidad mi sueño de ayudar a sonreír. De esto hace ya diecisiete años. El mundo odontológico ha sido clave en mi vida ya que me ha propiciado muchas alegrías. Soy higienista dental y quiero destacar esto porque, a través de mi trabajo, he tenido la oportunidad de conocer la esencia del ser humano en muchos aspectos.

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Con treinta y siete años dirigí a un grupo de magníficas personas que hicieron que despertara en mí el liderazgo humanitario, lo que me ayudó a que fuera encontrando esa identidad perdida en mi periplo de fracasos y miedos, que hoy entiendo que también me ayudaron a ser lo que soy: me convierto en coach y es aquí donde la esencia de mi identidad renace con luz propia.

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En la actualidad, me dedico a ayudar a personas que dirigen y lideran a otros equipos de personas, formando una gran familia con reflexión y apoyo mutuo. Aunque nunca fue fácil, el miedo, el fracaso, el abandono y la baja autoestima se han convertido hoy en motivo de acción y camino de excelencia. Me amo y de esta forma he sido también capaz de amar y hoy en día, si me sobreviene un fracaso, me suele servir de motivación para superarme y aprender, poniendo toda la pasión en lo que hago.